Archivi categoria: Short Stories

Category about short stories and poetry I have written, and about excerpts from my favorite books.

Pietro si dice Peter

Era una casa di campagna bellissima, quella della famiglia Laguzzi. Aveva tre piani, otto stanze, un prato curatissimo, una piccola piscina all’aperto e perfino un giardino interno tra la cucina e il soggiorno. L’arredamento era semplice. C’erano pochi quadri, poche fotografie e tanti spazi vuoti, ma era comunque accogliente e molto luminosa.

Al secondo piano, in una delle stanze, ci abitava Mary Louise, una ragazza del Rhode Island che studiava italiano e che era venuta in Italia per finire la sua tesi. Era l’amica di un’amica della compagna di Davide, uno dei due figli del signor Laguzzi. «Mio papà è vecchio Mary. Se ti fa disperare non sentirti in colpa se decidi di cambiare abitazione.» Ma Mary l’aveva trovato un vecchietto dolce, di quelli con cui è facile ridere e che puoi subito chiamare nonno. Continua a leggere

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Dulce y salado

María Esperanza del Paso nació el 23 de julio en el pueblo de San Carnacio, a 27 kilómetros de la capital. Era domingo y uno de los días más calurosos del año. El día anterior había llovido todo el día y con el pasar de la horas, la humedad había crecido a niveles tan altos que Rosaria Pilar, la madre de María Esperanza, había pasado toda la tarde en su tina, sentada en una silla de plástico que su marido sin estar de acuerdo le había colocado debajo de la ducha. La había rogado para que cambiara idea, que ponerse en remojo seguro no le caería bien sobretodo en su estado, que lo mejor para sobrevivir al calor era tomar bebidas calientes, pero Rosaria se quitó el vestido amplio de lino que llevaba puesto, se sentó en la silla y sin contestarle, abrió el chorro. Rápidamente el agua empapó sus colochos, oscureciéndolos, su rostro cansado, su cuello largo, su espalda fina. Qué rica el agua fría, pensó. Sobaba su panza redonda como a un buda en tiempos de guerra, desiderosa que todo terminara lo antes posible.

Vivir en simbiosis era un acto bondadoso y sublime, carne de tu carne, sangre de tu sangre, un regalo de Dios pero para Rosaria todo ésto era solo una gran molestia. En parte porque a su cuerpo minúsculo le costaba mucho trabajo llevar consigo ese ser, en parte porque no había planeado tener hijos. En realidad non había planificado nunca nada en su vida. No estaba segura si todo había sido un error, o mas bien una broma del destino. A todas horas, contaba los minutos restantes como un estudiante aburrido en la escuela. ¿A qué hora irás a nacer niña? Pero la niña en el vientre no le respondió.  Continua a leggere

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Las cifras significativas

“A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: «¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?». Pero en cambio preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?». Solamente con éstos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: «He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado», jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: «He visto una casa que vale cien mil pesos». Entonces exclaman entusiasmados: «¡Oh, qué preciosa es!».

De tal manera, si les decimos: «La prueba de que El Principito ha existido está en que era un muchachito encantador, que reía y quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que se existe», las personas mayores se encogerán de hombros y nos dirán que somos unos niños. Pero si les decimos: «El planeta de donde venía El Principito era el asteroide B 612», quedarán convencidos y no se preocuparán de hacer más preguntas. Son asÍ. No hay por qué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas mayores.”

El Principito

de Antoine de Saint-Exupéry

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Ciao ciao

Alla fine di tutto Anna se n’era andata e la casa rimase in silenzio per molto tempo. Si sentiva ogni tanto il vento che entrava dalle finestre, qualche cardellino che cantava sui rami, un treno in lontananza o la neve che cadeva lentamente sulla terra. Il signor Giacomo rimase indifferente; non gli mancava il dialogo. Dopo anni di rumore, aveva accolto con grande serenità il silenzio forte e chiaro che emanava dalle pareti della casa come gocce di sudore dalla pelle.

Finché una mattina, spazzando via le foglie autunnali dal portone la quiete venne disturbata dalla pressione di una mano sulla sua spalla.

La scopa gli scivolò dalle mani e la montagna di foglie che aveva pazientemente formato si spaccò in due. Non vide nessuno, eppure quella mano era stata umana. Continua a leggere

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The Usual

He opens the door and sees her there. In her nightgown, she is standing in front of the refrigerator with a piece of raw meat in her bony hands. She is trembling and searching for nothing in it. She doesn’t hear the door opening. He soon notices that her feet are wet and dirty. He turns his head to the left and peeks through the small glass doors that lead to the balcony. He then regrets to see some of the flowers lying on the floor. Some still have the usual dew from the early hours of the day and the roots seem intact, still perserving their fibrous systems. He sighs.

“Good morning, Mar. I see you’re up and hungry.”

She turns to see him. Her dazed eyes look tired. She is not surprised to see him. He closes the door behind him and leaves his keys and the grocery bags near the stove. He walks slowly towards her and grabs her by the waist, her waist that is so small and fragile. He takes her to the living room.

“Come, honey. Sit here on our favorite couch. Take this blanket and just be here with me.”

With trembling hands, she takes the blanket and drops the meat to the floor. He goes to close the refrigerator door. Fur, their cat, takes advantage and steals the piece of meat. Silently, he drags it to this basket.

He returns to her. “Are you cold? Are you feeling better now?”, he asked her, trying no to sound undisturbed and knowing that he won’t get any answers.

“I’m sorry about the flowers”, and she starts crying, hiding herself under the blanket. He feels so sorry for her and for himself. He knows this is one of those bad days and he only needs to be patient and wait for her to cry herself to sleep. Sometimes she really does, sometimes she pretends. Today she hums while pretending to sleep. He decides to get help.

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Piste

“La coca è la droga performativa. Con la coca puoi fare qualsiasi cosa. Prima che ti faccia esplodere il cuore, prima che il cervello ti vada in pappa, prima che il cazzo ti si ammosci per sempre, prima che lo stomaco diventi una piaga suppurosa, prima di tutto questo lavorerai di più, ti divertirai di più, scoperai di più. La coca è la risposta esaustiva al bisogno più impellente dell’epoca attuale: l’assenza di limiti. Con la coca vivrai di più. Comunicherai di più, primo comandamento della vita moderna. Più comunichi più sei felice, più comunichi più te la godi, più comunichi più commerci in sentimenti, più vendi, vendi di più qualsiasi cosa. Più. Sempre di più.”

“Zero Zero Zero”
di Roberto Saviano

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Muñeco de trapo

Fue parto natural. Era el 23 de julio de 1974 y yo tenía 19 años, bueno, más bien 20. Faltaba justo un mes para mi cumpleaños. Entraba a mis veintes y me sentía madura. Por mucho tiempo vivÍ convencida que era una buena edad para tener bebé, pero la verdad es que era jóvencita. Tal vez por eso mi madre nunca se repuso y nunca lo aceptó, aunque nunca me lo dijo abiertamente. Fue siempre severa conmigo. Una mujer de pocas palabras. Con mis hermanos gemelos no. Para ella, ellos tenÍan dos dedos de frente y si llegaban a equivocarse era debido a la naturaleza de los hombres, impulsiva pero perfecta. Les perdonaba todo. A mÍ, nada. Pero no me atrevo a decir que era una mujer mala. Era simplemente partidista, pero no por ignorante. LeÍa mucho. Su imponente figura se hamaqueaba en el patio de la casa. Cigarro en la mano izquierda, libro en la derecha, pies en el aire. Le gustaban mucho los libros chinos. De ésos que hablan de métodos y cálculos misteriosos y que explican diversas fórmulas para solucionar cualquier tipo de problema. Cuando cautelosa me le acercaba para decirle algo, sin levantar la mirada de su libro y con una nube de humo alrededor de su cabeza me paraba en seco con su clásico — Sara SofÍa, no tengo tiempo —. La única vez que tuvo tiempo y que despegó sus ojos arrugados de las hojas de su libro barato fue cuando le dije de mi embarazo. — ¿Y qué piensa hacer? — me preguntó. Le dije que lo pensarÍa pero le mentÍ. TenÍa bien claro mi plan: tener a mi bebé.

En los meses siguientes, no mostró mayor interés por el acontecimiento. Tampoco mis hermanos. Estaban convencidos de que yo estaba pasando por alguna crisis existencial y que por eso comía el doble y engordaba el triple. Nunca sospecharon nada hasta esa mañana en que me encontró Maya sudando en mi cama.

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