El baile de la liberación

Con tus ojitos achinados, mujer divina, acaricias el mundo. ¿Qué necesitas luz, dices? Sin ti, la oscuridad. Tú eres los rayos que iluminan el alma y que me toman del brazo para ayudarme a cruzar la calle empedrada. Calma, repites. Te oigo, calma. Tu mirada centra el camino a seguir. Y no te equivocas. ¿Cuántos muros no has derribado? ¿Quién dijo miedo?

Tus manos, ayer suavecitas como las nubes y ágiles como un tigre, hoy huesudas y lentas me despiertan ternura. Nudillos desgastados: los años de tu arduo trabajo. Tu sacrificio para mostrar orgullosa. Nada te lo han regalado. Ni siquiera el amor. Nada lo has robado. Ni una miga de pan. Todo te lo has ganado con esfuerzo y dedicación. Todo, doctora, todito lo que tienes y eres. ¿Tú, cruzada de brazos? Jamás. Tú, el capitán del barco que no atraca por siempre jamás.

La mala hierba del jardín, te dijeron mudos. La indeseada. La negra. La que debió nacer hombre, pero Dios no se equivoca. Tu inocencia, tu noble corazón, tu inmenso amor no pudieron ni podrán marchitar. Verde perenne, alegre como una rumba en chiva, dulce como la niñez que te perdiste, hermosa como la vida que me diste, inmensa como el mar que adoras. Vida, pura vida a tu alrededor. Desde el cielo las cigüeñas te observan envidiosas; la vida la traes tú.

Un ejemplo a seguir: no te agachas, no te entierras, no te escondes, no te rindes. Nadie podrá oscurecerte, lo sé. La sombra no te alcanza, porque si te toca, brilla y muere. El hombre negro te busca pero no podrá encontrarte. Ya diste; ahora toma. Bebe de tu esfuerzo. Nutre tu aura con los refrescos del cariño y admiración de quién está a tu lado, y que junto a ti se alimenta de abrazos, caricias, muestras de afecto y de amor incondicional. Quién hoy sin piedad se burla, mañana se ahogará sin tu aliento. No te abrumes; no es tu culpa ser insuperable.

Chinita linda, mira a tu alrededor. ¡Cuánta belleza! Toda es para ti. El volcán que en las mañanas húmedas te arrulla; el rosal que echa broches en tu honor, el sol anaranjado que te saluda amigablemente, los huesos de tus libros que no se quiebran. Deliciosa, el suave murmullo en este silencio es una serenata de tus sueños. Un canto largo y sincero que asombra y que te mereces. ¿No ves cómo el viento se lleva lejos el sufrimiento y te envuelve en esperanza? El hoy es un pie atrás del otro; mañana correremos sonrientes. El pasado una meta alcanzada. Aunque quieras la tristeza no te pertenece. El arrepentimiento y la añoranza son y serán el deber de otros. El tuyo, sonreír y ser feliz.

Redondita, suavecita, hermosa, el calor que emana tu piel algodón es alentador. Un arcoiris de felicidad. Una explosión de buenos sentimientos que los ángeles aplauden. Escucha y retoza de gozo, el baile de la liberación. Libre. Honesta. Bella. Maravillosa. Abuela. Inmortal. Al pie del cañón, tú para mí y yo para ti. Mamá, hoy y por siempre, tú para mí y yo para ti.

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