Life is like a caja de chocolates

El domingo es el día del baño, y la Tita como siempre sale calladita, cabizbaja y con los brazos cruzados apoyados al pecho, inertes. Su pelo negro suelto, liso y largo hasta la cintura parece una capa volante. No es al Lago donde va; se acerca hasta la gran pila del patio de la casa comunal donde vive. Observa el agua que danza con el viento y los peces anaranjados que nadan asustados en el fondo. Tienen frío como yo, piensa. Descubriendo su piel de niña de color cobrizo, se quita su güipil y su corte; los dobla con delicadeza y los apoya en la tierra negra y fértil de su pueblo. Mira su propio reflejo en el agua: sus grandes ojos negros rasgados, su nariz ancha, sus labios gruesos, su rostro plano y redondo. Observa como se distorsiona cuando llena el primer guacal.

Empieza por lo pies, sus uñitas llenas de mugre. Sabe que empezar de abajo hacia arriba lleva más tiempo, pero es que un guacalazo frío en la cabeza es mucho sufrir. La madre, diminuta y con los mismos rasgos envejecidos, le grita que se apure, que hay que salir a vender. Pero por más que quiera, sus hombros no pueden soportar esos sartazos de agua puntiagudos que le atraviesan los poros de su piel como pequeñas agujas rencorosas. En cambio, poco a poco, los pies se vuelven inmunes, las piernas tiesas, el estómago se le cierra y el pecho y los hombros entumecidos acogen esa tormenta marinada al champú como si fueran palmadas de aliento. Y la calma siempre llega después.

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Castine tira su maleta sobre la cama y se asoma al balcón de su habitación de hotel. Oh there’s the pool, piensa. Su pelo negro, liso y largo hasta su cintura, recogido parece la cola de un caballo de raza. Observa el gran jardín de plantas exóticas en los alrededores, y el maravilloso Lago en el fondo del panorama que ven sus grandes ojos negros rasgados. Parece una postal con el sol amarillo y las nubes tornasol de esa tarde mágica. —Honey, let’s go! —le dice su madre, una mujer alta, blanca, canche, de ojos azules como el agua cristalina de la piscina a dónde se dirigen.

Sigue a su mamá trotándole detrás. Con su bikini anaranjado su piel de color cobrizo se luce muy bien. Lo pidió para usar en este viaje. Le habían explicado que esa tierra era muy especial para ella, y siendo tan coqueta, quería verse amazing como ella misma había exclamado contenta.

Con la punta del pie toca el agua de la piscina, sus uñitas pintadas de colores se mojan y se secan casi inmediatamente. Calientita al punto justo, se lanza como un pez. Toma un gran respiro y nada hacia el fondo. ¡Esto es vida! Dos, tres brazadas y salta de la superficie como una sirena, sus ojos cerrados, el agua que le escurre por su rostro plano y redondo. Sus labios gruesos entreabiertos inspiran el viento. La madre le pregunta desde lejos que si quiere coke o limounahdah.

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