Viajar a Varsovia: turismo al azar

Hace unos meses con un grupo de amigas decidimos pasar un fin de semana en alguna ciudad europea. La meta dependería del vuelo: el más barato, con los mejores horarios y un nuevo destino para todas. El objetivo era viajar sin tener que pedir permiso en el trabajo y aprovechando al máximo el tiempo. La mejor opción era Varsovia. Así que un viernes por la noche nos subimos a un avión con destino Modlin, uno de los dos aeropuertos de la ciudad polaca.

Los primeros polacos que encontré fueron los aeromozos. Noté que no eran muy amables. Eran bruscos en sus movimientos y caminaban somatando los pies, con prisa. Tal vez era el horario y el cansancio. No fue una buena primera impresión, pero no quise juzgar tan pronto.

Al bajar del avión, por poco me congelo. Es noviembre, pensé, ¿como será en enero? Y luego pensé a la guerra (es imposible no hacerlo visitando este país)  ¿Cuánta gente no habrá muerto literalmente de frío? Sin maletas que recoger (llevábamos mochilas), nos subimos al bus que nos llevaría a la ciudad y fue como llegar al Caribe: 40 grados. A quitarnos todo, guantes, bufanda, gorro y chumpa.

El chofer también era brusco y para nada amigable.  Al subir lo saludé amablemente con un Hello y una sonrisa pero ni se molestó en responderme. Uhmmm… Tal vez no es el horario o el cansancio. Bueno, mejor lo dejo pasar.

Durante el camino hacia la ciudad noté que la carretera era totalmente obscura. No habían postes en ninguna parte; no había nada hasta que poco a poco se empezaron a ver las luces de la ciudad. ¡Y qué ciudad!

Plazas enormes, calles amplias, gente por todos lados aún siendo más de media noche, banquetas kilométricas. Metro. Buses. Taxis. Una ciudad viva. ¡Estoy lista para conocerte!

Palacio de la Cultura y de la Ciencia

Palacio de la Cultura y de la Ciencia

Durante todo el sábado y gran parte del domingo no hicimos mas que caminar, visitar iglesias (después de Italia no creí que existiera otra país con iglesias en cada esquina hasta que no vine a Polonia), degustar platos típicos y descubrir todos los negocios de ámbar del centro, siendo típico del país. Cuatro mujeres con ganas de comprar joyas son un peligro. Y más aún cuando la ciudad ofrece tanto.

Luego de horas de indecisión, terminé comprando dos pares de aretes. ¡Mi souvenir de Polonia!

Un sueño pasear por esas calles cubiertas de pequeñas casas todas de colores diferentes. Turistas por todos lados y polacos… poco amables, pero no me importaba. Iba con amigas y me bastaban las risas compartidas entre nosotras.

Plaza Castillo, Columna de Segismundo

Plaza Castillo, Columna de Segismundo

Plaza de la Sirena

Plaza de la Sirena

Al volver al aeropuerto había llegado a una conclusión: en Varsovia, la gente no tiene paciencia, no es amable, tiene siempre prisa y el extranjero no es bienvenido. Después de años de guerra y conflicto no se podía esperar otra reacción… ¿o si?

En lo que esperábamos el avión de regreso a Milán, se me ocurrió comprarle un licor tónico a mi esposo. Alcohol: nunca falla como souvenir. Me preparé mentalmente para la maltratada que me esperaba pidiendo ayuda a la vendedora pero para mi grata sorpresa, la polaquita que me antendió era un confite. Me mostró con toda la paciencia del mundo todos los licores disponibles, lo que ella bebía con sus amigos, los más fuertes, los más dulces y me aconsejó con una sonrisa de oreja a oreja hasta que finalmente decidí cual llevarme.

Finalmente, pensé, me despido de este país con un nativo que me sonríe y me desea un buen viaje.

Calle Krakowskie Przedmieście

Calle Krakowskie Przedmieście

Ciao Polonia!

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