Estar en silencio

En la casa en pashama mientras intentamos relajarnos. Rico. En una playa sentados en la arena a sentir el mar en la piel y el sol en la cara. Relajante. En una parque sentados en una banca a observar las personas que pasan. Pasatiempo.

Estar en silencio con nosotros mismos es una actividad que hacemos a diario, con intención, sin pensarlo e incluso sin darnos cuenta. Unos más, otros menos, pero igualmente nos toca vivirlo cada día. El silencio es parte de la vida.

Pero hay un pero.

¿A quién no le ha tocado estar en silencio con otra persona? Ese pero es precisamente esa persona.

Pero afortunadamente los ‘peros’ no son siempre negativos. De niña me encantaba meterme en el cuarto de mi hermana, invadirle su espacio y compartir el silencio bajo las colchas. En la universidad, frente al lago del campus o en un jardín con mis amigas compartiendo todo excepto palabras. En el carro con mi esposo, él maneja, yo pienso (si soy yo al volante no hace más que gritar de estrés). Y el silencio nos acompaña.

Hace unas semanas por trabajo tuve que viajar a otra ciudad, lejana, con un colega. Un tipo que bautizé ‘Mr. Congeniality’ porque de simpático no tiene ni la sombra. Fueron las tres horas más largas de mi vida. Momentos de silencio ensordecedores que no me dejaban en paz. ¿Y ahora qué digo? ¿Comentamos el clima? ¿Hablamos del proyecto, del cliente? Me daba respuestas cortas que cortaban la conversación que me habÍa costado tanto empezar.

¡Aaaaaah si no querés hablar, dejáme disfrutar mi silencio!

Es tan cierto lo que se dice por allí: sólo cuándo compartimos el silencio con una persona querida, con una persona que nos hace sentir bien, con una persona amigable nos damos cuenta de cuánto estamos bien junto a ella.

La prueba infalible es ésta. Si el silencio complementa ese momento en que compartimos nuestro silencio con ésa otra persona, entonces estamos bien acompañados. Como me diría mi mamá: sí mija, mejor estar solos que mal acompañados (tiene un dicho para cada situación).

Conclusión: sssshhhhhhh (o ‘sssshhh hombre’, como diríamos en Guatemala) ¡si decÍs mi nombre ya no existo!

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